Sala de Arte da Caixa de Aforros de Vigo e Museo Arqueolóxico de Ourense
JOSE SUAREZ
Con las ganas que tenía yo de escribir sobre Pepe Suárez, y ahora me dan este recanto exiguo donde tendrá que aparecer acrequefiado, obligado de gesto, parcial de estatura, como los colosos en los ángulos inferiores de tímpano! Yo lo conocía; antes de conocerlo en genio y figura, todos lo conocíamos, allá por la década del 30, famoso repentino con una sola foto donde Unamuno aparecia, entre águila y profeta, por una vez callado aunque no silencioso, en el Huerto de Fray Luis, frente a la llanura de los Arapiles. La guerra lo desmandó, como a tantos otros; y en la banda de la Galicia “de allá”, en Buenos Aires, fue sacando de su fardel de peregrino – donde España tercamente se continuaba -, una celebridad decorosísima, por sus pasos contados; inspirada, laboriosa, universal. Su cámara de cine, como sucede en los cuentos, desencantó por primera vez a la Pampa, con su gran cuerpo verde yacente en los lugares comunes gráficos y literarios; y dignificó, en el mismo oficio, relatos misérrimos con el nuevo lenguaje de una plasticidad obtenida por la emoción y por el saber, dando existencia cabal a lo que quedara demorado en una dulzarrona bobería, Y con la cámara quieta -¿quieta?- fue desentrañando luego el lirismo de tierras largas y razas secretas; la Cordillera, el extremado y fascinante mundo austral, el Altiplano tan airoso, tan luminoso -tan hermético-, por donde pasaron innumerables ojos “informativos” que miraron sin ver… Luego, largamente, el Japón -recogido como a pinceladas sobre seda- siempre “heroico y galante”, hogaño sacudido de factorías, con el “smog” en lo que fué aire desdibujando, en sucio, el alboroto de los crisantemos y esmerilando los cerezos y su albura, Con estos hallazgos, a veces de larga espera, como se suele en la caza mayor, el arte y el tiempo le dieron credenciales para el premio de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de la Argentina, y para codiciadas páginas del mundo: “La Prensa”, “Lite”, “U, S. Camera”, “Atlántida”. “Cinegraf” …
Acaba ahora de retratar para los ingleses la fiesta taurina -¡ santo Dios, este gallego de Allariz ! -, que ya parecía tópico ordeñado hasta el calostro final, con un sé qué de intimo, de virginal y entrañable como si llevara dentro un genial maletilla que cambió de suertes.., ¿Y su rapsodia de LA MANCHA? Jamás. que yo sepa, los blancos habian dado de si esa quietud y ensimismamiento a la par que tan tierno y expresivo palique, ni los negros un contenido así de patético y sobrio. (Y el Gran Señor de ella, que también se fue en su tiempo, “llevándose la canción consigo”, sigue andando, sin andanzas, por el “allí” de esas fotos: sin yelmo, sin lanza, sin figura ni siquiera triste, pero vivo, continuando en esos hombres y mujeres hechos a gubiazos de luz y sombra: en esas dulces bestias solidarias, en la forma acariciada, permanente de las cosas: la vasija, la herramienta, la entidad limitadora de las bardas, el armonioso contrapearse de los aleros, los molinos que se creyeron gigantes y a veces lo fueron: Castilla).
Ahora nos trae a su Galicia -y desde esta mar fletada a la poesia de occidente en 1a barca de Martin Códas- el despliegue conmovedor de sus MARIÑEIROS, No diré nada de ellos, Para qué? Ahí están. Hablarán ellos con sus perennes voces, si es que la sensibilidad gallega, después de tanto “folklore”, de tanto olvido, de tanto sueño, es todavía capaz de sentirse a si misma.
EDUARDO BLANCO-AMOR
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